martes, 14 de octubre de 2014

MADRID: FUSILITO, DE PALHA, UN TORO DE OVACIÓN CIERRA LA TEMPORADA EN LAS VENTAS. / POR: JOSÉ RAMÓN MÁRQUEZ.


Doce de Octubre
Día de España

"...El hecho de que el último toro de la tarde, Fusilito, número 191, fuese despedido entre aplausos al ser arrastrado nos deja el adecuado buen sabor de boca con el que ir preparándonos para la temporada 2015 que, como quien dice, ya está a la vuelta de la esquina. De momento, los toros, mal que le pese a tanto bobo como hay por ahí, sigue siendo el segundo espectáculo de masas en España por número de espectadores..."


Fusilito, de Palha. Un toro de ovación cierra la temporada en Madrid

  • ...hoy todo se resume en dos cosas: “el toro sirvió” o “el toro no sirvió”, para los fines muleteros del matador, se entiende, y luego esa perfecta definición acuñada por el crítico de un diario de tirada nacional “el toro era un cabrón”.

José Ramón Márquez
Mirando al toro no hay quien se aburra, decían los antiguos. El toro, decimos, en contraposición a la mona Chita de tantas tardes, porque el toro es la gran base en que se asienta el espectáculo llamado “Los Toros”. Pero eso era antes. Antes de que se pusiese de moda lo de "los toreros", que es justamente lo contrario, pues mirando a los toreros lo usual es que el tedio se apodere de las neuronas del espectador y se adueñe de su cuerpo una somnolencia que le haga poner tierra por medio entre él y lo que pasa en el ruedo. Mirando al toro, decíamos, cuando el toro merecía ser mirado, cuando en las Corridas Generales de Bilbao cobraba más el ganadero por el ganado que los toreros por el toreo, y los toreros eran Joselito el Gallo, que no decimos El July, como tiene explicado ese gran, enciclopédico, aficionado que es Rafael Cabrera.

Los toros antes tenían un montón de matices, los toros antes daban juego, acometían, amagaban, se arrancaban de largo, se cerraban, se disparaban, partían, venían con mucho carbón, acudían, embestían, achuchaban, acosaban, arrollaban, atendían al bulto, atropellaban, hacían hilo, campaneaban, daban cornadas sobre alto, derrotaban, enganchaban, ensartaban, daban golpes o gañafones o hachazos, romaneaban, alcanzaban, derribaban, llegaban, recargaban, hocicaban, punteaban, se cebaban, se medio dejaban, se entregaban, remataban, estaban en suerte, pasaban, se amorcillaban, se apencaban, se aculaban o se aplomaban, o se asombraban, o enseñaban la oreja, o manseaban, o huían, mansurroneaban, respingaban, cortaban, culebreaban, desarmaban, calamocheaban, buscaban, desarmaban, se acordaban, cedían al palo, se picardeaban, se crecían o se apagaban, metían los riñones, tenían sangre, se apagaban, se arrancaban a oleadas, se quitaban el palo, eran bravos o remisos, se venían abajo... un puñado de cosas y muchas más que hay y que no importan un bledo porque hoy todo se resume en dos cosas: “el toro sirvió” o “el toro no sirvió”, para los fines muleteros del matador, se entiende, y luego esa perfecta definición acuñada por el crítico de un diario de tirada nacional “el toro era un cabrón”. Con esos pocos mimbres (¿y para qué más?) ya tenemos aquilatada la presencia del toro en la Plaza y luego con los hallazgos del post-barquerismo (todo aquello del toro suavón, el toro mimoso y demás lenguaje tendente a crear confusión) basta para dejar despachado al verdadero protagonista de la Fiesta, al que la hace, al que la da sentido, al que la justifica.

La experiencia nos dice que la mayoría de los toreros son muy malos, pésimos, ahora y hace cincuenta años, y sin embargo se ha asentado en las gentes la idealización del torero como si él fuese el que va a dar el espectáculo, cuando la mayoría de las veces lo que da es el más clamoroso cante; ahora, para remediar eso, tenemos al toro al que culpar de todo, tundirle la espalda a lanzazos alevosos, darle más palos en el papel y en los bites que a una estera y pasar página exculpatoria para los coletas, especialmente si van por la parte de arriba del escalafón, por razones obvias, y si van por la baja por cosa de la piedad.

Viene todo esto a cuenta de la corrida de Palha que se ha dado hoy en Madrid, última de la temporada. Ciento treinta años de antigüedad ganadera en Madrid y aún no nos hemos puesto de acuerdo en cuál es el tipo zootécnico de los Palha, pero en lo que sí estamos todos de acuerdo es en que ya sólo el nombre mete miedo. Por algo será. Y en que la corrida ha sido muy variada en comportamientos, y algo dispareja en presentación. En lo segundo nos gustan los toros más igualados, y en cuanto a lo primero, eso es justamente lo que buscamos en la Plaza, la variedad, el que el animal vaya cambiando a lo largo de la lidia, en ver sus reacciones, en mirar al toro, repetiremos, que es la clave para no aburrirse. Si contemplamos en conjunto la corrida y no nos fijamos en las pésimas lidias, en los lanzazos de cualquier manera que se llevaron los animales por que si, la birria del tercio de varas, las dudas de los matadores, podemos llegar al dictamen “oficial” de que la corrida “no sirvió”, pero si quisiésemos tener en cuenta esas circunstancias antes señaladas unidas a lo poco placeado de los matadores, a lo que les cuesta ponerse en el sitio, mantener la posición y someter al toro, si consideramos que ellos estaban en Las Ventas para hablar de su libro, y su libro se titula “Échame un juampedrillo, payo”, y lo que se ventila en verdad, a lo que se aspira, es la neotauromaquia basada en acompañar el viaje, en no molestar, en no ponerse en el sitio, en no aguantar, alargar hasta la saciedad los trasteos y, en suma, no poder con el toro, haríamos un juicio bastante más distinto del de “sirvió” o “no sirvió”.

Mi opinión es que la corrida fue bastante más aprovechable de lo que se demostró en el ruedo, que se la trató como si fuese una más de las borricas de todas las tardes y que el planteamiento falló desde el principio. Que traigan a tres tíos que suman 20 corridas entre los tres, de las cuales 16 son de Sánchez Vara, no parece lo más adecuado para anunciarse con lo incierto de los Palha, con la inquietud que produce ese nombre y con la arboladura que traía el encierro, por mucho que fuese disparejo, como antes se señaló. Por eso es que ni media censura a los coletas que fueronSánchez Vara, Guerrita Chico, que confirmaba tras casi 14 años de alternativa, e Israel Lancho, a quien estuvo a punto de matar un toro de esta misma vacada hace cinco años.

Lo mismo que el otro día en Corella, Raúl Ramírez hizo el salto de la garrocha lucidísimamente, dejando al toro arrancado hacia el primer par de banderillas de Sánchez Vara en su segundo.

El hecho de que el último toro de la tarde, Fusilito, número 191, fuese despedido entre aplausos al ser arrastrado nos deja el adecuado buen sabor de boca con el que ir preparándonos para la temporada 2015 que, como quien dice, ya está a la vuelta de la esquina. De momento, los toros, mal que le pese a tanto bobo como hay por ahí, sigue siendo el segundo espectáculo de masas en España por número de espectadores.


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